Nosotros, Yevgueni Zamiatín: reseña de una realidad cuadriculada

Nosotros, del escritor ruso Yevgueni Zamiatín, es una de las primeras novelas de ciencia ficción distópica de la historia que incluso ha inspirado 1984, la famosa obra de George Orwell. Publicada en 1921, refleja la dura vida del autor durante la Revolución Rusa.

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Zamiatín, en esta novela, crea una sociedad que, en un futuro alternativo, habita la Tierra, la cual obedece ciegamente a las normas estipuladas por un régimen denominado Estado Único. Los seres humanos, denominados «números», han visto anulada su identidad hasta el punto de convertirse en una multitud de individuos prácticamente iguales que actúan siguiendo un mismo patrón para mantener el orden del estado. Es así como, sujetos a unas estrictas reglas de minuciosidad matemática, se entregan a una rutina organizada y desapasionada. Comportándose como uno solo, se levantan, trabajan, comen, descansan… a una misma hora. Todo el mundo realiza una misma función al mismo tiempo a excepción de durante dos horas a la semana que pueden dedicar a lo que deseen, lo cual no les favorece en absoluto, ya que la libertad perjudica su felicidad. La ciudad en la que viven, en la cual los edificios son de paredes de cristal a fin de poder vigilar a sus habitantes, encuentra sus límites en el llamado Muro Verde que los separa del exterior. Adorando al Bienhechor y al cuidado de los Protectores, los números viven absortos en la dicha de saber que su vida está tranquilizadoramente programada.

D-503 es el número que, en primera persona y a través de unas anotaciones que escribe habitualmente en su cuaderno, comienza esta historia expresando su ilusión ante la misión que se le ha encomendado: construir el Integral, un cohete destinado a colonizar el resto del universo con el espíritu del Estado Único para así «someter al bendito yugo de la razón todos aquellos seres desconocidos que pueblen los demás planetas y que tal vez se encuentren en el incivil estado de la libertad». Sin embargo, D-503 pronto conocerá a I-330, un misterioso número femenino que, irrespetuoso ante las leyes del Estado Único, trastornará peligrosamente su rutina. El constructor del Integral, consternado, se observa las velludas y vergonzosas manos… y a su consciencia se asoma el recuerdo de sus incivilizados antepasados que tan salvajemente habitaban la alborotada Tierra hasta la Guerra de los Doscientos Años.

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Es así como Zamiatín construye una novela cargada de crítica donde analiza la vida de estos números sometidos a la organización establecida por el Estado Único. El impacto, nada más comenzar, es asombroso. El lector se ve arrastrado a esta extraña ciudad y se ve sorprendido por las excéntricas normas que tanto esclavizan a esta humanidad reducida a la identificación numérica, y que no obstante inunda sus vidas de racional felicidad. Las referencias a la lógica, la geometría y las matemáticas abundan a lo largo del argumento, dando lugar a todo tipo de metáforas. Es así como los rasgos de  I-330 parecen dibujar la equis de una incógnita sobre su rostro o D-503 se estremece de miedo ante la raíz de -1.

A veces, incluso resulta delirante y angustioso observar cómo los números agachan la cabeza ante ciertas situaciones terribles, subyugados por completo a lo estipulado por el Estado Único. Zamiatín consigue despertar el horror del lector y su curiosidad para sumergirse más y más en esta novela, buscando respuestas a la incógnita de lo que ha sucedido con las generaciones pasadas, cómo la Tierra ha acabado absorta en esta situación y cómo funciona realmente toda esta reprimida sociedad en la que no sólo se huye del placer sino, incluso, de la más mera fantasía, pues «la fantasía es un gusano que carcome e imprime unos surcos negros en vuestras frentes, es una fiebre que os impulsa a seguir corriendo adelante y cada vez más adelante, aun cuando este avanzar comience ahí donde acaba vuestra dicha. La fantasía es el último obstáculo en el camino hacia la felicidad».

Leyendo esta novela, he tenido la sensación de encontrarme ante una obra cubista en la que se descompusieran los planos de la realidad para dibujar con ellas una nueva estructura geométrica que, aunque bien ideada, medida y razonada por el pintor, no consiguiera sino despertar el completo desconcierto del receptor.picasso11

La obra puede resultar un tanto confusa en ocasiones en las cuales la realidad se presenta tan inusual y metafórica que nos cuesta comprender lo que realmente está sucediendo, pero contiene una intriga frenética que, acompañada del original y maravilloso estilo de la prosa, seguramente atrape al lector hasta el desenlace.

Este es un tipo de novela de ciencia ficción que recomiendo a todos los amantes de la literatura en general, aunque este género no se encuentre entre sus favoritos, ya que, al tratarse de ciencia ficción social, no cuenta con abundantes elementos como naves espaciales, máquinas, robots, extraterrestres… que quizá puedan disuadir a otro tipo de público a la hora de comenzar este libro.

A través de las páginas de «Nosotros», el lector compartirá la angustia, el pánico y la emoción de D-503 cuando la inapropiada presencia de I-330 comience a orbitar a su alrededor. Desde este punto de vista matemático que me ha parecido tan original, deberá cerrar el libro de vez en cuando para reflexionar acerca de los temas que tan críticamente Zamiatín analiza en esta novela como son la felicidad, la libertad, la civilización…

«Nosotros» es una de las novelas que he conocido gracias al «Taller de Literatura y Cibercultura. Ciborgs, Robots, Realidad Virtual y Distopía» del Centro Andaluz de las Letras de Málaga y una de mis favoritas entre las que hemos comentado en dicho taller . Sin duda, es una lectura me ha impactado mucho, por lo que se la recomiendo a todo el mundo.

Esperando que hayáis disfrutado de la reseña, os dejo con un último fragmento de la novela para que comprendáis el significado de su título:

«Con las mejillas encendidas escribo estas palabras. Sí, integraremos esta igualdad, esta ecuación magnífica, que abarca todo el cosmos. Enderezaremos esta línea torcida, bárbara, convirtiéndola en tangente, en asíntota. Pues la línea del Estado único es la recta. La recta magnífica, sublime, sabia, la más sabia de todas las líneas. Yo, el número D-503, el constructor del Integral, soy tan sólo uno de los muchos matemáticos del Estado único. Mi pluma, habituada a los números, no es capaz de crear una melodía de asonancias y ritmos. Solamente puedo reproducir lo que veo, lo que pienso y, decirlo más exactamente, lo que pensamos NOSOTROS, ésta es la palabra acertada, la palabra adecuada, y por esta razón quiero que mis anotaciones lleven por título NOSOTROS.»


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